martes, 4 de enero de 2011

 

INICIACIÓN CRISTIANA MÍSTICA


LA ANUNCIACIÓN Y LA INMACULADA CONCEPCIÓN
 
Mucho se dice en ciertas clases del mundo occidental acerca de la Iniciación.
Fausto, para las mentes de muchas personas, parece ir asociado generalmente con el
ocultismo enseñado en las regiones del lejano Oriente; algo que es peculiar a los devotos
del Budismo, Hinduismo y semejantes clases de fe, y que es una cosa que no tiene nada que
ver con la religión del mundo occidental, especialmente en lo que concierne a la religión
Cristiana.
Hemos demostrado en los capítulos precedentes sobre los “Símbolos de la
Iniciación antigua y moderna”, que esta idea es completamente gratuita y que el antiguo
Tabernáculo en el Desierto proyecta con su simbolismo el sendero de progresión de la
]humanidad desde su ignorancia infantil al conocimiento suprahumano. Al igual como los
Vedas brindan luz a los devotos indios que adoran por la fe y con fervor en las riberas del
Ganges, así también los Eddas fueron una estrella orientadora para los hijos de las
desapacibles regiones del Norte, quienes vieron la luz de la vida en la antigua Islandia,
donde los valerosos vikings anclaron sus barcos en mares helados. “Arjuna” que sostiene la
noble batalla en el “Mahabharata”, o sea “Gran Guerra”, siendo constantemente arrastrado
y combatido por sus “Yo” inferior y superior, no se diferencia en nada del héroe del mito
del alma nórdica “Sigfrido”, que significa “Aquel que tras la victoria alcanza la paz”.
Ambos son simbolismos del candidato que está pasando por la Iniciación, y aunque
sus experiencias en esta gran aventura varían en ciertos sentidos, exigidos así por las
diferencias de temperamentos de las gentes del Norte y las del Sur, y previstos, por
consiguiente, en las Escuelas las respectivas a las cuales están entregadas para el desarrollo
de sus almas, no obstante, los rasgos principales son idénticos, y el fin, esto es, la
iluminación, es el mismo. Almas aspirantes han seguido el Camino hacía la Luz en los
templos iluminados brillantemente de Persia, donde el dios Sol en su deslumbrante carroza
era el símbolo de la Luz, así como también bajo la magnificencia mística de la lluvia
iridiscente de colores de la aurora boreal del helado Norte. De modo que la Luz verdadera
del más profundo conocimiento esotérico ha estado siempre presente en todas las edades
por que ha pasado el hombre, y aun en las más tenebrosas de lo que se llama Edad Medía,
hay una amplia evidencia que demuestra nuestra afirmación.
El pintor Rafael empleó su maravilloso dominio de la paleta y del pincel para
exteriorizarlo en sus dos mejores lienzos “La Madona de la Sixtina” y el “Matrimonio de la
Virgen”, que aconsejamos al lector interesado examine por sí mismo. Copias de estas
admirables pinturas se encuentran en casi todas partes en que se hallan en venta cuadros y
cromos. En el original se ve un tinte particular en el halo dorado detrás de la Madona y el
Niño, que, aunque excesivamente crudo para una persona dotada de vista espiritual, es, sin
embargo, una imitación tan exacta y fiel del color básico del Mundo del Primer Cielo,
como es posible conseguir con pigmentos y colores terrenales. Una inspección detenida y
de cerca de su fondo revelará el hecho de que ese halo amarillento está compuesto de una
multitud de figuras de esos seres que llamamos “ángeles” con cabezas y alas.
Esta, pues, es una representación tan literal de los hechos concernientes a los
habitantes de aquel mundo como es posible hacerla, pues durante el proceso de purgación
que se efectúa en las religiones inferiores del Mundo del Deseo, las partes inferiores del
cuerpo se hallan realmente desintegradas, de modo que solamente la cabeza, que contiene es lo que resta de su cuerpo de deseos cuando penetra en el
la inteligencia del hombre,
primer ciclo y es un hecho que ha desorientado y confundido a muchos que han visto por
azar en tal región a las almas. Las alas, por supuesto, no tienen realidad fuera de la pintura,
pero fueron colocadas allí para señalar la facultad de moverse velozmente, lo cual es
inherente a todos los seres que habitan en los mundos invisibles. El Papa está representado
apuntando a la Señora y al Niño Cristo, y examinado de cerca y atentamente se ve que la
mano con la cual , apunta tiene seis dedos. No hay indicio histórico que nos confirme la
realidad de que el Pontífice tuviera tal deformidad, ni tampoco de que ello fuera debido a
un accidente. Los seis dedos de la mano en el cuadro deben, por lo tanto, obedecer a un
deseo por parte del pintor.
Cuál fue su propósito lo podemos ver confirmado si examinamos su cuadro el
“Matrimonio de la Virgen”, en el que puede notarse una anomalía semejante. En tal lienzo
María y José están representados juntos con el Niño Cristo, y bajo tales condiciones, que es
evidente que se hallan en el momento preciso de su partida para huir a Egipto, y un rabino
está en el acto de unirles en matrimonio. El pie izquierdo de José es el objeto más
adelantado y sobresaliente del cuadro, y si observamos encontraremos que en aquel pie hay
seis dedos. Por medio de los seis dedos de la mano del Papa en un cuadro, y de los otros
seis dedos en el pie de José, Rafael nos quiso enseñar que ambos poseían un sexto sentido,
facultad semejante a la que se obtiene por medio de la Iniciación. Por este sutil sentido el
pie de José fue guiado en su huída para mantener a salvo aquel Tesoro sagrado que se había
confiado a su cuidado. En el otro caso, el Papa, se señala que se le dio un sexto sentido para
que no fuera un caudillo “ciego guiando a otros ciegos” , sino que poseyera un “ojo que
viese”, como es preciso para apuntar a otros y señalarles el Camino, la Verdad y la Vida. Y
es una verdad, aunque no comúnmente sabida, que a excepción de uno o dos casos en los
cuales la fuerza política fue lo suficientemente poderosa para corromper al Colegio de
Cardenales, toldos los demás que se han sentado en la Silla de Pedro han poseído la vista
espiritual en mayor o menor grado.
Hemos visto en los capítulos de la serie “Símbolos de la Iniciación antigua y
moderna” que han precedido a éste, que el antiguo Templo de misterios atlánticos conocido
como el Tabernáculo en el Desierto, fue una Escuela para el desarrollo del alma, y no debe
sorprendernos el saber que los cuatro Evangelios que relatan la vida de Cristo son también
fórmulas de Iniciación, revelando otro y posterior Camino para adquirir aquella fuerza para
el alma. En los antiguos misterios egipcios, “Horus” era el primer fruto que el aspirante
debla esforzarse en igualar, y es muy significativo el que en el Ritual de Iniciación que se
hallaba en boga en aquellos días y el cual nosotros ahora llamamos el “Libro de los
Muertos”, el aspirante a la Iniciación era siempre llamado con el nombre de Horus N. N.
Siguiendo el mismo método, hoy en día podremos, muy apropiadamente, nombrar a
aquellos que siguen el Camino de la Iniciación Cristiana como el Cristo N. N. (aquí el
nombre civil del aspirante), pues, en realidad, todo aquel que recorre este Sendero es
verdaderamente un Cristo en formación. Todos nosotros en su día pasaremos por todas las
diferentes estaciones de la Vía Dolorosa, o calle de la Amargura, que lleva al Calvario, y
experimentaremos en nuestros propios cuerpos los dolores, agonías y sufrimientos sufridos
por el Héroe de los Evangelios. La Iniciación es un proceso cósmico de iluminación y
evolución de poderes, por lo que las experiencias de todos serán semejantes en sus partes y
rasgos principales.
La forma de Iniciación mística Cristiana difiere radicalmente de la del método
Rosacruz, que pretende llevar al candidato a sentir la compasión por medio del
conocimiento, y, por lo tanto, anhela que el aspirante cultive en él las facultades latentes dé
vista y de oído espirituales, desde el mismo momento del comienzo de su carrera, como
aspirante a la vida superior. Esta Escuela le enseña a conocer los ocultos misterios de la
existencia y a percibir intelectualmente la unidad de cada uno con todos, de modo que al
final, por medio de este conocimiento, se despierta en su interior ese sentimiento que le
hace concebir realmente y con toda certeza su unidad con todo lo que vive y se mueve,
sentimiento que le pone en perfecta y completa afinidad y a tono con el Infinito, formando
de él un verdadero auxiliar y operario en el reino divino de la evolución.
La meta alcanzada por medio de la Iniciación mística Cristiana es la misma, pero el
método, como ya hemos dicho, es completamente distinto.
En primer lugar, el candidato está generalmente inconsciente del hecho de que se
está esforzando para alcanzar un objeto definido, por lo menos durante los primeros pasos
de sus esfuerzos y en esta noble Escuela de Iniciación no hay más que un solo Maestro,
Cristo, quien está siempre ante la visión espiritual del candidato como Ideal v Meta de
todos sus esfuerzos.
El mundo occidental ¡ay! ha quedado tan imbuido y atrapado en el intelectualismo,
que los aspirantes de aquí de hoy en día no pueden entrar en el Sendero más que cuando su
razón ha quedado satisfecha, y desgraciadamente es sólo el deseo de adquirir más
conocimientos lo que trae la mayoría de discípulos a la Escuela Rosacruz. Es una tarea muy
ardua el cultivar en ellos la compasión que debe mezclarse y amalgamarse con sus
conocimientos y servir de factor guiador de su uso antes de que se hallen aptos para,
penetrar en el Reino de Cristo.
Pero aquellos que son atraídos al Sendero místico Cristiano no notan dificultad de
tal naturaleza. Tienen dentro de ellos un amor que abraza a todo, el cual les. surge e impele
hacia adelante y en su momento oportuno genera en ellos un conocimiento de tal clase que
el escritor cree que es mucho más superior a todo aquel conseguido por medio de otro
cualquier método.
Uno que sigue el Sendero de desarrollo intelectual es capaz de zaherir y burlarse
altiva y desdeñosamente de algún otro cuyo temperamento le impele a seguir el Sendero
místico. Semejante disposición mental no solamente es perjudicial para el desarrollo
espiritual de cualquiera que tenga tal creencia, sino también completamente gratuita, como
nos lo pueden demostrar los trabajos de Jacobo Boehme, Tomás de Kempis, y de muchos
otros que han seguido el Místico Camino.
A mayor conocimiento que nosotros tengamos mayor condenación será la que caiga
sobre nosotros, sí no lo usamos rectamente., Pero, eso sí, el amor, que es el principio básico
de la vida Cristiana mística, no podrá nunca llevarnos a la condenación o ponernos en
conflicto con la voluntad o propósito de Dios. Es infinitamente mejor el sentir cualquier
emoción noble, que el poseer el intelecto más agudo y perspicaz y que tener la habilidad de
definir todas las emociones humanas. El disertar o hacer lucubraciones acerca de la
constitución y evolución del átomo, seguramente no promoverá ni acarreará tanto
crecimiento y desarrollo anímico como la dócil y humilde ayuda y buen obrar hacia nuestro
prójimo.
Hay nueve definidos pasos en la Iniciación Cristiana mística, comenzando por el
Bautismo, que es como la dedicación. La Anunciación y la Inmaculada Concepción precede
a todos ellos, como es natural, y por razones que se dirán después.
Como quiera que ya tenemos preparadas nuestras mentes por las consideraciones
que preceden, nos hallamos ahora dispuestos para definir y considerar cada paso
separadamente en este glorioso proceso de desarrollo espiritual.
Max Heindel – Iniciación Antigua y Moderna

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